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Cómo Gisèle Pelicot, la mujer drogada por su esposo y violada por más de una década, se convirtió en símbolo de la lucha contra la violencia sexual

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Gisèle Pelicot salió de la corte en medio de aplausos, ovaciones y flores.

Visiblemente emocionada, la mujer que fue drogada por su esposo para que la violaran durante más de una década decenas de hombres, hizo una reverencia con sus manos en agradecimiento por el sorpresivo apoyo.

La escena -que ocurrió este martes 17 de septiembre- refleja el impacto que su caso ha provocado no sólo en Francia sino en buena parte del mundo.

Casi todos los días desde el 2 de septiembre, esta madre y abuela de 72 años ha estado en el centro de un juicio en el que 51 hombres están acusados de violarla, incluido el hombre con el que estuvo casada durante 50 años.

La mujer normalmente aparece con vestidos coloridos y blusas bretonas. Cuando pasa junto a las decenas de periodistas que se reúnen en la entrada del juzgado, baja la mirada y oculta sus ojos en sus lentes de sol.

Tal como ella misma ha expresado, detrás de esos lentes se esconde un «campo de ruinas».

«Me sacrificaron en el altar del vicio», ha dicho, al explicar cómo se enteró de que su esposo Dominique Pelicot la había drogado para dormirla y reclutado hombres para que la trataran «como a una muñeca de trapo» durante más de 10 años.

En el juicio, que se prolongará hasta diciembre, han declarado abogados, policías, psiquiatras y una mujer cuyo marido la drogó y la violó siguiendo instrucciones de Dominique.

Dominique Pelicot también dio su testimonio ante el tribunal, admitiendo los cargos en su contra.

“Soy un violador”, dijo.

Renuncia al anonimato

La historia de Gisèle Pelicot ha impactado fuertemente en toda Francia, donde ha habido masivas protestas en su apoyo y en contra de la violencia sexual.

“Ella se ha convertido en un símbolo de valentía y coraje”, le dice a BBC Mundo Anna Toumazoff, una de las organizadoras de las protestas.

Detalles inquietantes del pasado, la psique y los presuntos crímenes de los acusados han llenado los sitios web de noticias, los programas de radio y televisión, y las redes sociales.

Esto ha sido posible gracias a que Gisèle renunció a su derecho al anonimato. Su equipo legal señaló que abrir el juicio a la opinión pública haría recaer la «vergüenza» sobre los acusados.

En un caso de tal magnitud, se trata de una decisión inusual, sobre todo porque significa que miles de videos de las supuestas violaciones filmadas por Dominique Pelicot (en algunos casos de manera oculta) serán eventualmente reproducidos en audiencias públicas.

La única petición de Gisèle fue que sus hijos pudieran salir de la sala cuando eso suceda.

“Es una locura que haya renunciado al anonimato porque todos sabemos que ella se está sacrificando por completo, que está sacrificando su privacidad, sólo para asegurarse de que no le suceda a otras mujeres”, señala Anna Toumazoff.

“Lo está haciendo por otras víctimas, para asegurarse de que nunca se avergüencen de denunciar”.

“Hay algo de hermandad en todo esto, en decir: ‘Mi vida ya está arruinada, ahora que valga la pena haciéndolo público”, agrega.

Debate sobre la “violación”

El caso también ha encendido un debate doloroso –y a menudo incómodo– sobre la violación que, según muchos en Francia, debería haberse producido hace tiempo.

La defensa de muchos de los acusados se basa en la premisa de que no “sabían” que estaban violando a Gisèle; en otras palabras, que creían que estaban teniendo relaciones sexuales consentidas con ella.

Algunos han acusado a Dominique Pelicot de “manipularlos” haciéndoles creer que estaban participando en un juego erótico en el que Gisèle sólo fingía estar dormida porque era tímida.

Al menos dos de los acusados afirmaron que no sentían que hubieran violado a Gisèle porque su propio marido se la había “ofrecido”, y un hombre dijo que no consideraba que sus acciones fueran una violación porque “para mí, violación es cuando agarras a alguien de la calle”.

«No tengo corazón de violador», añadió.

Resumiendo esta línea de defensa, Guillaume De Palma, abogado de seis de los acusados, causó indignación al afirmar la semana pasada que “la violación no siempre es violación” y argumentó que “sin intención de cometer una violación, no hay violación”.

En el derecho francés, la violación es una penetración sexual obtenida mediante coacción, violencia o sorpresa, y se espera que los abogados de Gisèle Pelicot argumenten que el término “sorpresa” cubre el caso de una mujer sedada o inconsciente.

Pero los comentarios causaron indignación y consternación dentro y fuera del tribunal.

La hija de Gisèle, Caroline -quien ha dicho que cree que su padre también abusó de ella cuando estaba inconsciente- abandonó la corte exclamando: «Me avergüenzo de la justicia», mientras que el presidente del tribunal suspendió la sesión en un ambiente que los periodistas calificaron de «extremadamente tenso».

Otros abogados se distanciaron de los comentarios de De Palma.

Con tres meses de juicio por delante, el examen de conciencia en Francia – y, probablemente, otras partes del mundo- continuará.

“Esto ha demostrado lo atrasados que estamos a todos los niveles”, afirmó Sandrine Josso, una diputada que fue víctima de un intento de violación con drogas por parte de un senador en 2023.

Gracias a Gisèle Pelicot, dijo, “levantamos el velo y descubrimos muchas cosas”.

La activista y feminista Anna Toumazoff coincide.

“Estamos en un país donde sólo el 1% de los violadores son castigados y donde el 91% de las víctimas conocen a su violador y, aún así, no se hace nada”, señala.

“El presidente Macron ha prometido que hará algo significativo por las mujeres. Y siete años después de ser elegido, las mujeres todavía estamos esperando”, añade.

Perfil de los violadores

Por otra parte, la naturaleza ordinaria de la pareja que protagoniza el juicio –jubilados de clase media y abuelos– ha hecho que a muchos les resulte fácil identificarse con la historia.

“Pensé que podría ser mi madre, mi hermana… y mi padre”, dijo Charley a la BBC, un hombre de 35 años que vive en París.

“Para mí es el juicio del siglo”, añadió. “Habrá un antes y un después”.

También ha sorprendido la gran cantidad de hombres involucrados en el caso.

La policía sólo pudo identificar a 50 de los 83 sospechosos que aparecieron en los vídeos de Dominique Pelicot.

Tienen entre 26 y 68 años, y proceden de todos los ámbitos sociales: bomberos, farmacéuticos, obreros y periodistas. Muchos son padres y maridos.

De los hombres acusados, 15 admiten haber cometido violación, pero todos los demás sólo admiten haber participado en actos sexuales.

Sumisión química

Una cuestión clave que este caso ha puesto de manifiesto es el fenómeno poco discutido de la sumisión química: la agresión inducida por drogas en el hogar.

En 2022, 1.229 personas en Francia sospecharon que habían sido drogadas sin saberlo, según Leila Chaouachi, farmacéutica del centro de observación de adicciones de París y experta en violaciones relacionadas con las drogas.

Según ella, esa cifra es probablemente “sólo la punta del iceberg”. Las víctimas suelen dudar sobre si presentar denuncias judiciales porque conocen al agresor, pueden sentirse avergonzadas o tienen recuerdos vagos de lo ocurrido.

Las reclamaciones también deben presentarse antes de que las sustancias desaparezcan del organismo, lo que no siempre es posible.

Durante los 10 años que su marido la drogó, Gisèle Pelicot sufrió síntomas neurológicos inexplicables, así como problemas ginecológicos, y aún así, nadie logró unir las pistas.

Esto indica una falta de conciencia sobre la sumisión química como fenómeno.

Chaouachi dice que es importante capacitar a los profesionales de la salud y a la policía, porque la clave para frenar el problema radica en reconocer que hay otras personas afectadas además de Gisèle.

“Tenemos derecho a estar conmocionados, pero también debemos reconocer que estos no son casos aislados”, afirma.

“Cuando nos centramos únicamente en el sistema judicial y en los investigadores, de alguna manera nos escondemos detrás de ellos. Creo que se trata de un problema social más amplio y, por lo tanto, lo que necesitamos es un cambio social”.

A juzgar por las opiniones expresadas en las calles de París, esta visión no es universalmente aceptada.

«Es un asunto privado», dijo un hombre, quien consideró que el caso era terrible pero aun así un evento aislado y no sujeto a debate público.

“No entiendo por qué los medios de comunicación le dan tanta importancia a esto. Es porque a la gente le gusta el drama, los chismes”.

Pero una compañera dijo que ambos estaban equivocados: “Es importante que este caso sea público… plantea un problema más amplio y es necesario generar conciencia sobre él para lograr un cambio”.

Anna Toumazoff afirma que seguirán apoyando a Gisèle en las calles de Francia.

“Queremos que incluso las personas que no están acostumbradas a participar en una movilización feminista se unan a nosotros, los hombres, niños, abuelas, abuelos”.

“Que todos vengan y griten: ¡Nunca más!”, concluye.

*Este artículo se hizo con información de las periodistas de BBC News Marianne Baisnée, Laura Gozzi y Eva Van Dam. También contiene información adicional de Fernanda Paúl, de BBC News Mundo.

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